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Vicente Peñarrocha ha planteado para su debut como director de largometrajes una historia, escrita por él mismo, nada convencional de ineludible tinte fantástica: las desventuras de un personaje que asiste atónito a través de un cruce dimensional a que la vida que lleva no es sino el guión de una película que se está rodando y él es el protagonista. Su título, Fuera del cuerpo, ya apunta ese desdoblamiento y el doble sentido, pues, adivinen, el proyecto se llamó “Benemeritor”. Y no es que sea una vida especialmente halagüeña si bien el tono de comedia es el elegido para contarnos las peripecias del personaje de Bruno (Gustavo Salmerón), un guardia civil de tráfico cocainómano, en plena crisis personal, pues está en vías de separación matrimonial, y económica, endeudado hasta las cejas, no llega a fin de mes para pagar la hipoteca del piso.

Tan cruda historia es abordada, como digo, por Peñarrocha en clave humorística, maticemos, sátira agridulce, con toques de humor negro irónico, rozando lo freak en varios momentos, pues el aliciente del guión es tratar tan escabroso tema, la difícil situación del paria Bruno, desde una perspectiva, primero, de corte negra, donde las referencias al cine de David Lynch son obligadas: esos ambientes turbios de motel nocturno -Corazón Salvaje (Wild at Heart, 1990)- que abren el film, la aparición de una tormentosa fémina que esconde una siniestra historia y hasta los planos de la carretera nocturna fluyendo en la pantalla -Carretera perdida (Lost Highway, 1998)- rayan el homenaje. Luego, tras el planteamiento del dilema fantástico, pues un abrir y cerrar de puertas coloca al personaje en la dimensión cinematográfica de su vida real, asistimos a momentos claramente cómicos al presentarnos los entresijos del rodaje, el de la película sobre la vida de Bruno, con una mirada crítica soterrada, de talante cuasi-wilderiana, sobre el propio mundo del cine y sus gentes.

La interpretación principal de Gustavo Salmerón, un superviviente de la quinta del English de TVE, con aportaciones  menos principales en otras pelis del género -99.9 (Agustí Villaronga, 1997) o El arte de morir (A. Fernández Armero, 2000)-, es convincente en matices por lo camaleónico y omnipresente de su papel, y, aporta, una correcta vis cómica al típico personaje al que todo se le viene encima. Destacaremos también los papeles secundarios de José Coronado como contrapunto y mentor del personaje de Bruno en ambas dimensiones, como camello con espíritu de redentor en la vida real y director supuestamente insatisfecho de la película que se está rodando, y de Goya Toledo, que interpreta a dos mujeres: Bárbara, la infeliz mujer de Bruno, y Julia, la actriz, que persigue, locamente enamorada a Álex, el Gustavo Salmerón actor en la película sobre Bruno,  quizás el papel donde más se nota esa doble dimensión, cómica, por un lado, interpretando a la escultural y objeto TV-Girl que accede a su primer papel y que intenta, de paso, denodada y chirriantemente de dotarse de un aura intelectual, y una vis al mismo tiempo dramática, al compartir el dilema del desventurado Bruno. Otros actores terciarios como el atolondrado ayudante de dirección o el conserje del Melia Castilla, repescados de alguna tv-movie resultona, aportan su comicidad añadida al evento.

La trama de esta ¿trasunto cañí de El show de Truman (The Truman show, Peter Weir, 1998)?, no, nada más lejos, se anima con un leit-motiv picaresco, pues Bruno, una vez descubierta la tostada, intenta aprovechar la ausencia de fin de semana del actor verdadero de la película, para resolver sus acuciantes problemas económicos y servirse del supuesto momento boyante de la industria, pero se encuentra a todo el mundo sin blanca (¿la cruda realidad del cine español?). A ratos, el desliz fantástico parece no ser más que un pretexto para abordar la comedia ligera, y de paso saciar algún ímpetu libidinoso, como en el episodio donde Bruno se encuentra con la mujer de Álex, el actor que interpreta a aquel, también ¡en trámite de separación!.

El desenlace no desentraña el enigma, si es que lo hay, más bien nos depara otra secuencia de tono jocoso, en este hábil guión de matices oscuros, película que se ve correcta, sólo tangencialmente fantástica.

 

Calificación: 5,5.

Metemani , agosto de 2004.

 

 

 

 

 




 




 


 


 


 

 

 

 




 

 

 

 


 

 

 


 

 

 





 


 



 

 


 

 

 

 

 

 



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