EXORCISMO |
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Efímera incursión en el género del curtido director catalán Juan Bosch (Tarragona, 1926) que había comenzado su carrera a finales de los 50. La trama se desarrolla durante sus primeras dos terceras partes como un thriller policiaco al uso sobre los crímenes que ocurren en el seno de una acomodada familia inglesa, con la trémula viuda, aún en edad de merecer, (María Perschy), una relación en off con el psiquiatra de la familia, pues, al parecer, hay antecedentes “médicos” en la misma, los díscolos hijo/as, y, como no, el cura párroco de la familia, que encarna el imprescindible (más comedido que en otras ocasiones) Paul Naschy. Todos ello en la sombría campiña inglesa; aquí la producción que tuvo lugar a caballo entre el Reino Unido y Barcelona, supo incluir las contadas pero precisas tomas en exterior para mantener el necesario tono con la mansión ad hoc en la que viven los protagonistas, o la socorrida comisaría de Scotland Yard o la agreste “church”, que dieran el oportuno toque brit a una producción barata básicamente rodada en interiores. Los crímenes se suceden a modo de contenido y discreto whodunit (¿quien lo hizo?), zarandeando continuamente el foco de nuestras sospechas, desde el hijo varón de la familia que vive recluido en el invernadero, el novio porreta de una de las hijas, el siniestro y voyeur grueso chofer alemán de la familia, una de las sirvientas, incluso el propio cura, entendido en temas satánicos, están en el punto de mira. En este sentido, el film me recuerda a la opera prima de F F Coppola, Dementia 13 (1963), pero, si en este, el metraje, claustrofóbico, acusa el epidérmico blanco y negro, y gana en interés, en el film que nos ocupa, su desarrollo deviene plano, va perdiendo fuelle, donde el toque gore brilla por su ausencia, los asesinatos se suceden de una forma atropellada, un tanto acelerada, discretamente, incluso, y carece del toque pulp propio de estas producciones, al menos en la versión visionada, la reciente edición en DVD a cargo de Tripictures, de 90 minutos de duración, está aligerada de los tópicas secuencias nude, rodadas para la versión extranjera, como atestiguan las fotos de archivo visibles incluso en la contraportada de la tan necesaria pero irregular edición en DVD. Nos contentamos con una escena piscinera, ¡en la umbría campiña inglesa! donde a modo introductorio la juventud femenina pueda lucir las carnes y moda baño del 74. Decíamos el film trascurre próximo al tedio con el único aliciente de descubrir los típicos errores de raccord y doblaje. Así, en una escena en que el párroco, convocado tras el enésimo asesinato, camina hacia la casa y es de día, corte de montaje, toc, toc, llega a la misma, y es de noche y dice buenas noches. O en un diálogo telefónico entre el cura Naschy y el novio díscolo de una de las hijas de la familia, el que había sido antiguo discípulo suyo, el maestro le pide verle para urgente entrevista aquella misma tarde y el novio le da largas despidiéndose con un concluyente buenas noches. Desilusionante bien pasada la mitad del metraje, ni sirve la aparición del previsible inspector que se cree el más listo de la función y acorrala a los sospechosos; sus anodinos interrogatorios nos permiten desentumecernos con el socorrido cambio de postura en el sillón. Sólo en la recta final de la película, esta parece recuperar el tono; los efectos especiales en torno a la poseída Leila, la debutante Grace Mills o Mercedes Molina en su casa a las horas de comer, no están mal, fluctuando el film entre el cine gótico con el regusto Hammer propio de un film de vampiros y el sub-genero de posesiones diabólicas azuzado por el coyuntural éxito de El exorcista (The exorcist, William Friedkin, 1973). En este sentido, el propio Naschy, omnipresente co-autor del guión, cuenta en sus Memorias como la idea es anterior al mentado film americano y que él mismo inscribió el mismo en la Sociedad de Autores con la probada antelación. Anécdotas aparte, el propio Naschy cuenta en la misma fuente como en su etapa juvenil tuvo algún escarceo con estas sectas pseudo-diabólicas, que aparecen de telón de fondo en la peli. El tema no es baladí ni tan lejano el verano de 1969 donde tuvieron lugar los luctuosos acontecimientos que supusieron la muerte de Sharon Tate, esposa de Roman Polanski, en LA, California, a cargo de la siniestra banda del finado Charles Manson. Y muchas lluvias después, otro colega, Stanley Kubrick, utilizaría el tema de las sectas siniestras como telón de fondo de las desventuras conyugales de la pareja protagonista en su legado cinematográfico (Eyes wide shut, 1999). Sólo que en Exorcismo, ni el telón, el mundillo de las sectas, ni las relaciones entre los protagonistas, el pasado apenas apuntado entre el cura y la viuda, como rememorando algún affair olvidado, carecen de la turbiedad que hubiera proporcionado más interés a este film plano, sin personalidad propia, menor frente a otros resultados de la productora catalana Profilmes, en la edad de oro del fantaterror español.
David Link, agosto de 2009. |
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