E M P U S A |
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El plato fuerte de la cinta es esa magnífica interrelación que se produce entre ambos personajes, la química entre un Naschy, convertido en un cazavampiros cutre, que más parece un Peter Sellers patrio, por la torpeza de sus investigaciones y desvaríos, siempre criticado por su inseparable amigo, eficaz contrapunto a una ¿narcisista?, pero gran interpretación del propio Naschy, que perpetra una vis cómica hasta ahora nunca vista, apenas esbozada en los films de su última etapa Mucha sangre (Pepe de las Heras, 2002) o Rojo Sangre (Christian Molina, 2004), que deja aquí una de sus mejores interpretaciones de su carrera. Da la impresión de que Naschy se suelta el pelo, poniendo contra la pared a esos personajes encorsetados que van desde el fantaterror más clásico a las más recientes como el mentado viejo actor a las órdenes de Christian Molina, tan cerca pero tan lejos al de la peli que acabamos de ver. Además, cabe destacar, otros ingredientes marca de la casa, el gusto por la belleza femenina, incluido esa impagable secuencia en que una vampira en topless sale del agua en el bordillo de una azulada y reluciente piscina; danzas orientales, mucho desvarío; un montaje torpón con inevitables pérdidas de ritmo o ese recurso al onirismo mal resuelto de la trama. También la presencia de un eficaz trío de actores secundarios, entre ellos el gran Saturnino García, con diálogos hilarantes que consiguen un buenísimo contrapunto a las andanzas de Naschy, representantes, el poli, el cura, y el médico, del orden, el espíritu y la ciencia, respectivamente, esos 3 poderes, componen pasajes dignos de auténtica farsa berlanguiana. Incluso el guión se permite deslizar algún sarcástico comentario político. La troupe de desprejuiciadas vampiresas ávidas de sangre componen un discurso interpretativo que aporta un punto malsano muy de agradecer. Todo ello aderezado por un omnipresente clima de Serie Z, puro cine de barrio pipero, para pasar una buena tarde o una sesión de medianoche entre rollos de celuloide. En definitiva, una película muy disfrutable para degustar en el pase de algún festival o ciclo desperdigado o a rescatar en una deseable edición psicotrónica en dvd , si se obvian las clarísimas limitaciones de la propuesta, una suerte de postre, de homenaje a sus muchos seguidores, un digno colofón para una carrera, esa aventura inolvidable que fue el cine de Molina/Naschy.
David Linck, diciembre de 2011
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